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Monte Corona

El Monte Corona de Udías forma parte del espacio forestal denominado grupo Corona, cuya extensión asciende a 1.231 ha. Se localiza en la franja prelitoral de la costa occidental de Cantabria y forma parte del Parque Natural de Oyambre.

El Monte Corona es un antiguo cajigal destinado desde los años cuarenta del siglo XX a la explotación forestal con especies de rápido crecimiento. Hoy encontramos manchas de bosque autóctono, hayas (Fagus sylvatica) y robles (Quercus robur) especies típicas del bosque atlántico, con especies maderables como el eucalipto (Eucaliptus globulus, natural de Australia), el pino insigne o pino de Monterrey (Pinus radiata, originario de la costa californiana) y, el roble americano o roble rojo (Quercus rubra, originario de América). Su ecosistema se completa con una fauna que comprende desde mamíferos como corzos, jabalíes y otros de menor tamaño como martas, aves como el agateador común, anfibios como tritones y ranas y reptiles como lagartos y lagartijas.

Historia del Monte Corona

Existen pruebas de la ocupación por parte de antiguos pobladores de este monte antes de la llegada de los romanos, pero las pruebas de su explotación no son evidentes hasta que, tras talar los mayores árboles para la construcción de barcos, aperos, viviendas y para la obtención de combustible, unido al empleo del suelo para cultivos y pastos, hicieron que el disfrute de este monte fuera motivo de pleito para los pueblos que lo circundan. La Marina se adjudicó el privilegio de poder cortar los ejemplares que desease en los bosques situados a menos de veinticinco leguas del mar, existen documentos que reflejan que en los montes del litoral solo quedaban robles pequeños ya que las Reales Fábricas de navíos habían cortado casi todos los ejemplares de utilidad. Esta destrucción de los bosques sobre todo en el litoral se intensificó a mediados del siglo XIX con la necesidad de más pastos, esto produjo la destrucción de muchas masas arbóreas comunales debido la apropiación indebida de estos terrenos.

Todo esto produjo que se comenzaran a levantar voces de alerta. Tras crear el Cuerpo de Ingenieros de Montes se le encarga la tarea de elaborar una clasificación de los montes que serian excluidos de la desamortización y venta. En esta lista se incluyeron 1.112 montes de Cantabria entre ellos el Monte Corona. Fue también incluido en el posterior Catálogo de Montes de Utilidad Pública, esto sería una garantía para la integridad de estos montes y sus masas forestales y que se vio reforzada en 1892 con propuestas para deslindar y amojonar el monte para su ordenación. La idea era rentabilizar los montes pero con condiciones, garantizando su persistencia para que las generaciones futuras también puedan disfrutarlos, estas ideas de lo que hoy se conoce como desarrollo sostenible ya estaban en el pensamiento de los forestales que ordenaron el Monte Corona hace más de cien años.

Se comenzó con el deslinde y amojonamiento del monte para pasar a estudiar los bosques, su estado y sus posibilidades de gestión. En 1900 el informe mostraba un bosque sometido a frecuentes cortas y sin ninguna regeneración (sin repoblación), a causa del pastoreo y a las cortas requeridas por los pueblos de un monte ya sobreexplotado durante los siglos XVIII y XIX. Estas practicas tuvieron que ser reguladas en la Ordenación de Corona aprobada en 1901.

A pesar de este esfuerzo los problemas derivados del pastoreo, el fracaso de las repoblaciones, la plaga de oídio blanco que acabó con miles de árboles, los incendios intencionados, las talas fraudulentas y otros atentados contra el bosque produjeron que en 1935 la masa forestal resultara ser la mitad que en 1911. Se creía que el suelo estaba agotado, se probó introducir especies no autóctonas que pudieran arraigar. Los resultados de las primeras plantaciones de eucalipto fueron excepcionales y tras la implantación en Torrelavega de SNIACE el eucalipto pareció ser la solución para la gestión del Monte Corona. Parte de estas plantaciones afectaron a los restos de robledal autóctono, actuación hoy reprobable pero que parecía la única solución entonces. El proyecto de ordenación de los eucaliptales de 1955 estableció criterios para la explotación de estas masas de forma permanente dando importantes beneficios a las entidades propietarias. Estos estudios contemplaban principalmente la explotación forestal y desde entonces la calidad del suelo se ha degradado aún más y la erosión es un grave problema en toda la comunidad, aún así, bajo estos eucaliptales siguen naciendo robles, castaños y hayas.

Hoy en día lo que se espera del monte no es lo mismo que en 1900, el proyecto de reordenación de 2004 pretende que el monte pueda ser explotado de forma sostenible y que siga siendo un paraje por el que pasear, celebrar romerías y en definitiva disfrutar de un espacio natural. Que de esta manera sea un beneficio para el entorno, tanto para mejorar la calidad del aire como la de el suelo y el agua que en él se almacena. La explotación forestal sostenible, que genere rentas para los pueblos propietarios de modo que el monte no se agote y las próximas generaciones puedan seguir disfrutando y explotando estos bienes.